24 noviembre, 2015



Le gustaba beber té de jazmín; 
con una cucharada de miel, agua hirviendo
 y dos hielos. 
Tenía la sonrisa acomodada
y el brillo en la mirada 
de quién tiene un buen recuerdo. 

Recorría las letras de su diario 
como si quisiera reconstruir los recuerdos 
con pases de magia,
soltaba un suspiro largo 
y golpeaba la punta de su bolígrafo en el papel.
Al terminar se quitaba las gafas de pasta dura, 
mordía una de las patitas 
y daba un sorbo a su taza de té. 

Miraba a su marido recostado a su lado, 
escribiendo en su agenda 
las actividades del siguiente día; 
se recostaba en su pecho 
y le leía poesía para explicarle su amor, 
él hacía como que la entendía, 
le besaba la frente y le acariciaba el cabello 
sin dejar de mirar su móvil. 

Ella le quitaba dulcemente los anteojos, 
el móvil y las ganas del cuerpo, 
se quedaba dormida sobre su pecho 
mientras él le rezaba 
alguna poesía que no entendía. 

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